viernes, 23 de septiembre de 2016

El lugar de la procesión, es por dentro: Sobre el porqué las Procesiones no deberían usar recursos públicos directos.

Este es un escrito que probablemente será muy impopular. Pero impopulares también fueron en su tiempo medidas en contra del orden establecido por la Iglesia Católica. No es menospreciable el poder que ha tenido la institución ya milenaria, no solo en la fe de las personas, sino también en la posesión de bienes y tierras, la regulación de la moral pública, y la formación del carácter y las ideologías personales.

Soy de Popayán, una ciudad de tradición colonial española; un lugar donde parece impensable que alguna vez no hubo crucifijos hechos con el cincel del arte religioso, que encierran historias anónimas. Y es que cuántas anécdotas no quedarían prácticamente sepultadas por el peso, no solo del olvido, sino de la repetición mecánica, casi robótica, de estas tradiciones.

No obstante, Colombia, este país donde crecí y he vivido, es actualmente un lugar interesante, por cuenta del fallo de la Corte Constitucional que declara inexequible el artículo °8 de la Ley 1645 de 2013 “por la cual se declara patrimonio cultural inmaterial de la Nación la Semana Santa de Pamplona, departamento de Norte de Santander y se dictan otras disposiciones”. Esta Ley promovía la dirección directa de recursos del Estado en la realización de la festividad religiosa en Pamplona, y al declararse inexequible, obliga a sus promotores a mantener viva una tradición, seguro valiosa para miles de personas, por cuenta de sus esfuerzos privados, y no por cuenta de inversiones públicas. Recientemente, los fallos de la Corte Constitucional también han sido no solo interesantes, sino éticos, al promover los derechos de la población no heterosexual, al apoyar la educación diferencial en los colegios sobre temas de sexualidad, al permitir la eutanasia y también al apoyar el proceso de paz.

Sin embargo, la religión juega un papel gravitacional en la sociedad latinoamericana. Cualquier razonamiento verdaderamente laicista sobre el uso de los recursos públicos, contra la inversión religiosa, siempre va a generar un enfrentamiento ideológico, entre creyentes radicales, creyentes confesos, creyentes de término medio, escépticos, agnósticos y ateos. Pero, este escrito va dirigido directamente a los creyentes de punto medio. No está dirigido a personas como la senadora Vivian Morales, o el procurador Ordoñez, confesos defensores a ultranza de tradiciones dogmáticas que tienen su fecha de caducidad impresa. No, este escrito va dirigido a quienes insisten en que las tradiciones religiosas, como las Procesiones de Semana Santa, en Pamplona, o en Popayán, dejaron de ser desde hace décadas una representación del poder religioso, para convertirse en un reflejo de la actividad de civiles, que hicieron de la creencia religiosa su identidad personal y cultural. Según estos creyentes, que de hecho son la mayoría de las personas de Popayán que conozco, la Corte Constitucional ha incurrido en un exceso de laicismo jurídico, y ha terminado por atentar, no solo contra el valor de la fe personal y colectiva, sino también en contra del bienestar objetivo y civil de ciudades que ven notablemente mejorada su economía por cuenta de los miles de turistas que llegan en la semana mayor.

Creo vale la pena revisar, con rigor, estos argumentos. Porque, de hecho, vivimos en una sociedad tan religiosa, que incluso para los creyentes de término medio, la decisión de la Corte resulta no solo sin fundamento, sino también odiosa. 

El primer argumento es objetivo. Las cifras no mienten, dirían, no necesariamente los semanasanteros, personas muy devotas de la tradición, sino incluso los creyentes de término medio. La Cámara de Comercio de Popayán[1] reportó que en este año 2016 llegaron a la Semana Santa 55 mil turistas, provenientes en su mayoría de otras partes del país. Y es que es cierto, solo su desplazamiento genera anualmente un incremento notable de los ingresos en transporte aéreo y terrestre para empresas particulares. Dice el periódico El Nuevo Liberal: “destacó la solemnidad de las procesiones y su buen nombre”, para dar un apoyo retórico a las ganancias comerciales. También, organizaciones gremiales destacaron los ingresos hoteleros durante escasos tres días, de casi el 100% durante las fechas de la pascua.

Pero, quienes critican el fallo de la Corte Constitucional, y bien saben defender el valor económico de la Semana Santa, fallan en defender su valor civil. A continuación, me extiendo en este respecto.

Primero que todo, una financiación directa del Estado a la Semana Santa, vía recursos de la Nación que suelen emplearse para la salud, la educación y la recreación, por ejemplo, comprometería aún más el valor social y político de la Semana Santa. La pondría en ventaja sobre cientos de eventos nacionales que también congregan a miles de ciudadanos en diversos centros urbanos de Colombia, y que a su vez también generan cuantiosos ingresos comerciales. Es cierto que, por ejemplo, la Semana Santa en Popayán prácticamente salva la viabilidad económica anual de hoteles y negocios comerciales. Pero el fallo de la Corte no es una prohibición de esta festividad cultural, ni una medida en contra de su posibilidad de beneficio social y económico, sino que es una medida preventiva en contra de la concentración de decisiones políticas con peso religioso.  

Y esto nos conduce a mi segundo punto: El valor cultural de la Semana Santa es tentador para cualquiera que tiene en mente la posibilidad de inversiones asistidas por los gobiernos nacionales y territoriales de turno. Muchos, de manera incomprensible, no ven una amenaza a las libertades civiles, cuando sabemos de casos en los cuales los arzobispados negocian con políticos de turno la compra y venta de predios a precios acomodados, las exenciones tributarias y los apoyos soterrados en sus cultos a posiciones políticas de su conveniencia. Y en este caso, no hablo de lo que pasaba en Colombia hace treinta, cuarenta, cincuenta o cien años. Hablo de lo que todavía sucede, a puerta cerrada, con ese modus operandi con el cual Iglesia Católica influenció en la política durante siglos.
Aunque el tema económico es claramente el más relevante, no deslegitima la decisión de la Corte Constitucional. El dinero y la fe, valga recordar, están hechos de las mismas ilusiones. El dinero especula sobre el valor marginal de las experiencias y las posesiones, tanto como la fe especula sobre la existencia de una vida única e irrepetible, con epifanías y misterios, que en últimas, no son más que interpretaciones humanas sobre el valor espurio e intangible que tienen todas las experiencias, todos los recuerdos y todas las emociones.  

A veces pienso, que quienes creen que las tradiciones religiosas pueden aprovecharse para obtener dinero comercial, no están prestando atención a lo que ha sucedido en la sociedad humana en general, por cuenta de este enfrentamiento inevitable entre fe y racionalidad. Precisamente, el laicismo ha buscado, desde la ilustración, enriquecer este debate con filosofía moral y ciencia. Al no hacerlo, el Derecho sobre lo público queda inevitablemente a merced de los temores más humanos, por la muerte, la soledad y el rechazo sufrido por pensar diferente. Y tales temores, no son ficticios, ni son exageraciones psicologizantes. Han tenido, y seguirán teniendo, un impacto colectivo y social para nada despreciable, conducente, entre otras cosas, a que ocurrieran hechos tan diversos y terribles, como quinientos años de oscurantismo medieval, o miles de asesinatos ritualísticos desde la antigüedad, hasta nuestros tiempos. Y más actualmente, cabe recordar, cómo la Iglesia Católica ha legitimado miles de casos de pederastia, ha concentrado riquezas, y además, ha mantenido favorecimientos ideológicos y políticos, que son contrarios al bienestar de miles de personas.

Y todo esto, me lleva a mi cuarto y último punto. El debate sigue siendo entre laicismo y religiosidad. No es realmente, entre practicidad civil e interpretaciones constitucionales. Lo que está sucediendo en Colombia, por cuenta de un enfrentamiento entre posturas jurídicas y opiniones públicas, ya ha sucedido en decenas de países y naciones del mundo. Es por cuenta de esto, que considero quienes se indignan por la posición de la Corte, fallan considerablemente en la validez de su reclamo. En países como Finlandia y Alemania, las religiones no solo no son subvencionadas por el Estado, sino que deben pagar impuestos. Y es que, la irracionalidad de sus creencias, debe ser permitida, debe haber libertad de cultos, pero también debe tener un precio, un costo racional. Porque, aunque la Semana Santa parezca salvar el bienestar de comerciantes payaneses, al fin y al cabo, la Semana Santa sí es proselitismo religioso. El caso, es que la Iglesia Católica, unida por conveniencia con iglesias cristianas, apoyó la oposición al matrimonio igualitario y la enseñanza de la diversidad sexual. Igualmente, lo hizo con la aprobación de la eutanasia, y lo seguirá haciendo con cualquier medida que ponga en jaque a los absurdos argumentos de todas sus teorías sobre el pecado original, la familia y la moral cristiana. Y es que es simple, la religión es humana, y siempre va a intentar convencer ideológicamente a sus practicantes, directos, e indirectos.  

Aunque, claro, los creyentes radicales y más papistas que el Papa, dirán que la Semana Santa es diferente a las misas, las catequesis y los sacramentos. Pero esta no es una postura honesta, y de hecho, creo que ese es uno de los mayores males de la religión, porque mantiene el valor de una retórica deshonesta.  El caso, es que la Semana Santa mantiene vivo el poder que la Iglesia sigue teniendo en la sociedad civil, porque la Iglesia es la institución que hace posible esta festividad, tanto en su logística, como en su "propiedad intelectual". 

El caso, para finalizar esta postura mía, personal, sobre el porqué la Corte tiene la razón, quisiera decir que quienes no somos creyentes, también valoramos la tradición religiosa, por cuenta de que sabemos también ha sido objeto de las buenas virtudes de la sociedad humana. No obstante, la religión no deja de ser un mecanismo milenario de ataque irracional al pensamiento científico, y de defensa a ultranza de la irracionalidad que logra unir, sin discusión filosófica y moral alguna, a miles de personas, en beneficio de intereses políticos y particulares, sino es que de vanidades emocionales y tradiciones familiares. Así, diría que no es cierto que la Semana Santa es civil; creo, como dice la Corte en el fallo, que sigue siendo una actividad religiosa, y yo añadiría, impone a las personas una visión ideológica,  condicionante de emociones. Así, su financiación pública significaría un retroceso significativo de la sociedad humana. Caso distinto, pasa con tradiciones con imágenes religiosas, donde el sincretismo permitió mantener vivos estilos de vida realmente colombianos. Las fiestas patronales, por ejemplo, demuestran una riqueza cultural que sí merece apoyo estatal, porque le permiten a cualquier visitante ampliar su visión de la naturaleza de la sociedad, en beneficio del humanismo y la racionalidad, a las cuales aspiramos. Y esto no es carreta de la modernidad: Es simple, defienden la diversidad de cultos, de razas y de formas de vivir, sin condicionar la moral humana, ni condenar vidas diferentes.
Por el contrario, las procesiones son distintas. Son réplicas, sin desarrollo cultural alguno, de lo que era la vida medieval española. Financiarlas es similar a la labor de un anticuario. Solo, que mantienen vivas antigüedades que ni siquiera son nuestras, y por nuestras me refiero a la sociedad a la que realmente pertenecemos.  Así, si los particulares quieren ser los dueños de un anticuario de hecho extranjero, bienvenido sea. Y si quieren hacer negocios con comerciantes y hoteleros, genial. Pero el Estado tiene mucho más que cuidar, que sí es nuestro. Y lo nuestro, es de todos, no de los creyentes de una de las decenas de cultos que existen en Colombia.  Así que, el lugar de las procesiones católicas, no es por fuera, gastando recursos públicos: Es por dentro, invirtiendo recursos privados.  




[1] Periódico el Nuevo Liberal: http://elnuevoliberal.com/semana-santa-dejo-estadisticas-positivas/